Intentarlo

"día del amigo"
14 hs
Un amigo.

- Entonces, hago lo que siento.
- No, nena. Cada vez que hiciste lo que sentías la cagaste. Ahora pensá qué te conviene.
- No, pará. Yo no soy así. Nunca hice lo que "conviene".
- ¿Vos qué querés sentir?
- Tranquilidad.
- No hagas lo que sientas, vos sos un tornado.

Claro. La clave siempre estuvo en cómo quería sentirme, no en hacer lo que sienta hoy. Porque ya sé que mañana va a ser distinto. Y al final, lo único que importa son los sentimientos que se mantienen, que inexplicablemente se sostienen en el tiempo y caduca la etiqueta de "efímero" en ellos.

Cierto tiempo supe cómo defenderme en el día a día. Me acostaba sin pensar en mañana, pero tampoco pensaba en lo que había hecho desde que había abierto los ojos. En el presente, estoy a punto de soltarme al sueño y mi mente se inunda de personas, conversaciones y visiones que tuve en el trascurso de mi lapso despierta. Además de eso planeo en base a mis deseos de a quién o qué quiero ver al día siguiente.

No duele. Pero desde el inicio de la transmutación dejó de doler. No es que me molesta que cada vez que me lancé a la pileta fué con ganas y jamás vi el concreto; no es que la explicación del "fracaso" se basa en las expectativas; no es que tenga miedo a quedarme sola; tampoco tiene que ver con la idea de que quiera transformar lo in-transformable. No. La historia no se está contando así.

Cuando tenía 12 necesitaba entender qué quería ser para elegir a qué escuela ir. Quise ser arquitecta. Quise entrar a una técnica. No pude.
Cuando tenía 17 quería ser cineasta, guionista en realidad. Mi mamá pensó que ir a la gran urbe sola significaba ansias y deseos de drogadicción. Me drogué igual, pero estudié Periodismo. En una ciudad pequeña y militar.
Cada vez que quise, dejé que los deseos de los demás, las impertinencias del destino y los desalientos de los que no pudieron invadan mis sentimientos. Y me conformé con lo que tenía en la mano.
Así, entonces: cualquier caballo me llevó a cualquier puerto a tomar cualquier barco y todos se hundieron.

Pero ¿sabés? ahora sé que no hundí esos barcos sola. Y también sé que de tanta ingeniería marítima fallida encontré madera para armar mi propio navío. No sé si será la madurez pegando duro, o tal vez las conversaciones correctas, en el momento indicado, con la persona adecuada lo que me está dando el pié para empezar de nuevo a reforzar los cimientos.

Los cimientos son la paz que deseo para mí mañana y para los que amo, siempre.

Y estoy empezando a amar. O intentándolo. Pero aprendí que con intentarlo pierdo nunca.


2 comentarios:

  1. ¡Me gustó muchisimo!

    Llegue a este blog de una forma demasiado extraña. Pero es uno de los mejores descubrimientos que hice en la vida.

    ¡No dejes de escribir nunca!

    Saludos.

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  2. Que placer, muchas gracias!! Que disfrutes tu lectura, o no...
    Abrazo sincero.

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