Y te deseo que te muerda un perro

Cuando era chica me encantaba inventar historias, crear las ficciones me fascinaba. Tenía algunas cosas escritas y siempre que estaba en proceso creativo no podía evitar ser algún que otro personaje. Se ve que siempre me gustó meterme en el personaje, hacer de cuenta que era otra persona, que tenía distinas aficiones a las reales.
A veces era la hija perfecta, a veces rebelde con reserva para no hacer enojar a mis padres. De alguna manera siempre terminaba haciendo algo bien para alguien y complaciendo sus deseos. Practicar los diálogos de esos roles se volvió mi forma de pasar el rato, siendo hija única era muy difícil hacer cosas colectivas con muñecos y juguetes. No podíamos todos juntos cantar una canción. Entonces hacía de cuenta que sí, que cantabamos, que bailábamos, que teníamos conversaciones. A veces practicaba charlas con algún chico que me gustaba, o tal vez cosas que quería decirle a mis padres pero no me animaba. Es verdad, no me animé nunca a ninguna de las dos cosas. Hasta que el destino me fue presentando, introduciendo y obligando a pasar el rato con textos en los que se desenmascaraba toda esa opresión que sentía.
Esas palabras escritas por gente que no me conocía, que de hecho ni conocían internet o los grabadores de periodistas, entraron sin pedir permiso y me quitaron el velo. Me dí cuenta, de a poco, casi sin querer, que estaba queriendo ser alguien más, que estaba queriendo ser otra persona. De hecho quería ser quien otre me dijera que sea. Así, entonces: la experimentación.
Comencé con rozar los límites de mis sobreprotectores y jugar con sus reglas para lograr mis propias metas. Me agarré de la mano de alguien que no me soltó hasta que no pasé a la siguiente etapa y fue valioso para mí, aunque tenía sus propias reglas que ya había yo aprendido a cumplir para complacerle. Me retiré.
Lo próximo fue aprender a decir que si a mi pasión infinita. La música, el escenario y la manipulación del humor del público empezaron a aparecer. Gozaba de mi simpatía y exploraba mi voz externa para saber qué quería hacer con ella y cómo. Ahí encontré guías, amigos, compañeros de crimen que a veces odiaba y otras no podía evitar amar. Con ellos conocimos mucho mundo, de ese que según "las personas normales" te enturbia, te flagela, te droga, te arruina. Entendimos que nos aclaraba, nos curaba, nos despertaba y nos daba vida. Sentíamos que sólo nosotros podíamos entendernos: hablábamos de libros, de música y de sexo. Nos desinhibíamos bailando, tocando, componiendo para exponernos y dejar libre todo eso que nos encarcelaba.
Un día quise mas. Quise encontrarme con otro estado de la conciencia a través de la música. Pero. Siempre hay un pero. A veces el león se viste de cordero. Y toca bien la batería. Y medita. Y se mete en tus sueños. Inventa magia. Y creés que ves esa magia. Pero no. Siempre hay un pero. Era una persona, una más de éste mundo, con deseos oscuros, con frustaciones, con dolores, con desesperación. La expectativa que puse en él, duende de lo incierto, fue demasiada y me dejó paralizada ver que, no solo no era quien yo pensaba, era alguien tan distinto a mi. Era alguien tan lejano a mis anhelos. Era alguien tan difícil de soltar. Era alguien que rompió conmigo, rompió mi ser, me dejó marcas en la piel. Era alguien que mentía sobre la pureza de su alma, sobre su simpleza. Era un borracho mas, un violento mas de ésta Tierra.
Si. Me encontré con todo un espacio en el que mi conciencia se separó de mi cuerpo, se sentó a mi lado y charlamos y charlamos y creímos al final, que lo teníamos solucionado.
Pero. Siempre hay un pero.
No era así. Y volvimos a caer en manos de un macho dominante, con aires de grandeza. Pero era mas inteligente. Su violencia era psicológica. Desde el día 1 de todos esos días. Y yo, lo dejé. Dejé que me rozara toda mi demencia y dejara salir muchas esporas para al fin verme y ver lo que no quiero.
Me acerqué a guías que estudiaron para guiar, que se sentaron a escuchar, y sólo dejaron que me pavimente el camino sola. Pensé que estaba loca, que estaba perdiéndome. Estaba encontrándome. Estaba viendo a la cara la violencia del mundo y mi impotencia hacia ella. Estaba viendo como quería constantemente convertirme de nuevo, como cuando chica, en otra persona. En la persona que él quería. Y yo ya no quería a esa persona, no quería ser ella.
Un día le dije que era insegura y que sólo quería ser perfecta para él, y tiró de esa cuerda, tan fuerte, que cuando la solté cayó hacia el vacío.


Nadie, nunca mas. Los dientes, nunca mas. Nadie nunca más va a mostrarme los dientes y voy a dejar que me supere. Para quien esté sufriendo o haciendo sufrir a alguien de alguna manera parecida, les dejo una premisa muy importante que de tanto porno y entretenimiento nos hemos olvidado: Todas las personas del planeta, tienen integridad. La tienen, la van a tener y la tendrán por el resto de sus vidas. Todas las personas son y serán dueñas de su cuerpo, podrán hacer por la eternidad lo que quieran con él. Si vos querés amar algo, aprendé a amarte primero. Y valorá la integridad de otro como tuya. Y no mientas mas. Que el único que pierde, sos vos.

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