Cuando decís que no

Es re fácil abrir una puerta, realmente. Parece que no, no la vemos, no la encontramos, buscamos posibilidades y no sabemos por dónde entrar. Pero están ahí, todas las puertas, pintadas del mismo color que el paisaje para que tengas que desentrañarlo si querés encontrarlas.
Cuando estás en plan de "sí, señor", el espacio en el que te vas moviendo va cambiando de perspectiva, va rompiendo esquemas y va salteando prejuicios para darte a descubrir todo ese universo de oportunidades. Entonces, cuando viste todo, cuando ya dejás de ver el código para escribirlo, es el momento de decir que no.

Cuando tenés que negarte (si, tenés que) a hacer o decir cosas es cuando mejor elegís tu propósito en el aquí y ahora. No te exponés y no definís nada, sólo elegís qué dimensión querés experimentar y vas diciendo conforme vas probando lo que creés que necesitás: de vos y de otrxs también. Es casi como si pudieras reconocer lo que puede, o no, pasar si decís tal o cual cosa. Perdón, no es "casi como". Es como. Perdón, no "es como si pudieras reconocer". Podés claramente entender de qué van las cosas.

La "inevitabilidad" es mas certera. Las "cosas que pasan" tienen un propósito y una explicación mas allá de subjetividades. Te volvés objetivx y tus metas están en la mira. Nadie te falta el respeto, aún aquella persona que, dentro de tus conceptos de valores y morales, te "falló". No sos mas importante. No andás obstinadx diciendo o haciendo como si todxs fueran enemigxs. La incondicionalidad es la vedette de ésta nueva actitud. La gente puede confiar en vos, para muchas cosas. Y estás dejando abierta esa posibilidad para que aquello en lo que se puede confiar de vos, pueda variar dependiendo de tus propias necesidades y tus sinceros anhelos.

No. No flashés. No sonreís constantemente, no sos inmensa e inevitablemente feliz cotidianamente. El mundo es una mierda. Nacimos para sufrir y para pelear en vano por causas perdidas o, inclusive, inexistentes. Pero le decís que no al sentimiento de frustración, y cuando avanzás, le das una piña tremenda a ese bajito ego. Te vas entendiendo, y dejás de frustrar a la gente alrededor tuyo. "Ser incalcanzable", es el propósito. Tocar la vida lo menos posible, para nutrirnos de nuestro propio poder cuando sentimos cada parte de nuestros pies tocando el suelo que sí nos sostiene.

Entonces, no tenemos miedo de estar solxs, tampoco tenemos miedo de tener amigxs, ni de tener novixs, ni gentes ocasionales para besar, abrazar o charlar. No tenemos miedo de ver a otrx libre.

Por que es Eso lo que nos encarcela: el miedo a que el/la otrx ser tenga la libertad de elegir si darnos un espacio en su vida, o no. Y en todo ese manoseo inconsciente manipulador y controlador, ya perdiste. Y si seguís así, vas a perder siempre.

Ah, de repente estaba hablando con vos. Gracias. Chau, gracias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario