Extraña

Ya no hay nadie que me indique la dirección de la luna, que la busque conmigo, que me avise cuando está ahí. Camino con la cabeza demasiado pegada al piso y la mente muy cerca del abismo. Ya no está la mano amiga que me deja ver la oscuridad y me sostiene con un cerillo. Nadie sabe mas que ella cómo me gusta la luna y cómo me la niego en momentos de tristeza. El aviso, el estar alerta, tener la luna en su patio... Ahora es todo de ella, ahora no es nada de eso mío.
El hilo, invisible, que nos une. Lo siento desprenderse de mi, cada día, cada noche, cada palo borracho, cada luz de luna. Sentirse suelta, sentirse libre; no es lo mismo si no hay con quién compartirlo.
Pero las luces se apagan. Hay que aguantar la respiración.

1 comentario:

  1. Que triste es desprenderse, aunque sea necesario, siempre duele. Espero que nada te quite la luna.

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