No.
No te extraño otra vez. Y eso es lo lindo de toda revolución espiritual; cuando expulsás de tu vida lo que no querés, se siente como ir al baño después de dos horas de película con un super-vaso de gaseosa. Es importante recalcarme todos los días que fuiste algo hermoso de mi vida, que me la jugué por vos, por nuestro amor que fué real, mas real que el de dos amorosas novias intentando progresar en su camino diciendo qué es amor y qué no (si, esa situación me marcó, como mal ejemplo de empatía). Es importante acordarme todas las veces que algo se renueva en mi cabeza, que no sos un mal tipo. De hecho, sos una buena persona tomando las decisiones equivocadas; y eso, nunca está mal, siempre y cuando sepas diferenciar los resultados.
Me gusta pensar en todo el tiempo que fuimos amigos, en las tortas que cociné para vos, en los café con leche que tomamos sentados cerca del calefactor, de los momentos en los que te hostigué hasta que mostraste los dientes en una sonrisa bien amplia. Me agrada contarme el cuento de que tu enfermedad por poseer a tu pareja, es algo que se cura con una buena inyección de autoconfianza y dulzura; que mi enfermedad por hacerme entender se cura con largos años de silencio y comprensión. Me encanta confiar en que nos dimos todo y nos quedamos con muy poco. Pero hay algo que nunca muere, y es ese recuerdo hemoso de terrazas, piletas y sierras; de risas, alcoholes y películas; de huevos fritos, hamburguesas y carritos. De meñiques tocándose, y dos personas que se mataban a sonrisas.
La violencia gana cuando es cada vez mas fácil cansarse de soportar algo que el amor no puede curar. Pero que hubo amor, es algo que ninguno puede negar.
Te amé.
Hoy no te extraño.
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