No me acuerdo cuando fue la última vez que hice un recuento de fin de año; por como llevo la vida hoy, siento que jamás lo hice.
Habiendo ya arrancado la vuelta mentirosa que este año trae un día más, pienso que los 365 días previos han sido de puro rechazo hacia mi persona. De toda clase.
Mi pareja fue un perfecto idiota, pero perfecto al fin. Aceptarme como era, no fue la mejor decisión que él haya tomado. Fue el golpe más duro de mi vida, que bien merecido lo tenía.
Viví demasiado del amor. Y tengo que decirle a usted, señor, que si se puede vivir del amor. Siempre depende del lente con el que se lo mire. El mío es uno de esos que el macro sale genial en cuanto a detalles oscuros refiere. El azul, cuanto más profundo, más jugo pude sacar de él.
No quiero sonar sanguijuela, pero lo fui. Eso. Una garrapata de las emociones deambulantes, de esas que buscan ser poesía con desesperación. Mira si seré agresiva y violenta, que tengo la tendencia auto destructiva de hablar mejor de lo malo de mi, que de lo hermoso que es ese muchacho. Y ese muchacho es hermoso. Yo tiendo a exagerar todo pero, ese muchacho, es hermoso. Sin sobrante de letras.
Ya ni se cuánto tiempo estuve chupando la teta de la depresión por mal de amores, pero el año pasado fue la revancha del karma, los merecimientos, la ira de Dios, el nombre que te haga sentir cómodo. Recibí tantos rechazos que hoy ya no puedo escribir. Ahora, resulta que había vida después del melodrama y me estoy dedicando a vivirla. A ver, no es para nada fácil, uno puede volverse adicto a estas cosas. Pero pasó el puto verano, el seco otoño, el dramático invierno, la inexistente primavera y todo parece antiguo. Parece que ya no recuerdo ciertas miradas, ciertas perspectivas. Creo en serio en mi, pero también reconozco las falencias que de descarada actuaba como superadas.
La paciencia, por destacar un ejemplo, se cuida, se riega y se cosecha con el tiempo. Cuanto más esfuerzo, más rápido madura. No podía creer la jugosa fruta de la paciencia cuando comencé a probarla. Más que nada, porque las colmadas y los enojos comienzan a tener más lógica de existencia.
La girafa no se acorta el cuello, el mono no deja las monadas; soy yo, sigo estando acá. Sí que me cagaron a trompadas el alma este año con tanta distancia y rechazo. Todos los hombres, los trabajos, los planes, las ideas, las canciones. Me dejaron tirada en un rincón deseando morir, no estoy exagerando. El tema es que soy auto destructiva, como decía, tiendo a querer morir.
Estoy exagerando.
¿Cómo me doy cuenta?
Nada justifica ser infeliz.
Por cuanto palo, sonrisas. Si hay desaires, oxigenalo. Si se estanca, hay que dejarlo fluir. Y creeme, una vez que llevas adentro la lógica de usar todo a favor de todo, es tan fácil como respirar.
Ahora, el rechazo lo terminé haciendo yo, porque cada cosa que logré superar me alejó de la gente y sus códigos. Como un superheroe que sufre de falta de propósito, ahora estoy desamorada de las redes que hilan "lo social". Las formas educadas en las que se dicen cosas horribles, la manipulación de situaciones para sacar provecho y transformar todo en un guión propio. Hay tan buenos titiriteros que ya no se qué historia escuchar.
Por lo menos para mi, así como vuelve el primero de enero caiga quien caiga, también vuelven todas las cuestiones surrealistas de una minita que no se cansa de irse lejos. Es el círculo perfecto. Todo vuelve y se transforma.
Ahora tengo certeza de que no hay que dar nada por sentado. Yo vi, cerca del año nuevo, parado ahí a un pájaro con las más hermosas plumas y el canto más dulce. Observaba todo, con sus ojos gigantes. Sin verlo volar supe que su vuelo es esplendoroso. Todo lo que me significó apreciar su belleza, se tradujo en: pocas horas de sueño, muchas ganas de vivir, humildad y entereza, destreza para sonreír, ansiedad al aire, cierta paz en la libertad.
Putear el pasado, no siempre es guardarle rencor. Que se vaya a la mierda entonces, a freír churros, porque esto tiene pinta de nunca acabar.
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