Te extraño.
Te extraño los domingos, que era el día que fué nuestro. Ese que dormimos poco y amanecimos sonriendo. Ese que vos te tomaste el tiempo para desayunar, conmigo al lado. También porque siempre las cosas mas lindas y feas pasaban un día de esos, domingo. Con luz de luna o de sol, bañados en llantos o sonrisas.
Te busco en todos los autos, a través de los vidrios y las escaleras, te distingo en olores, te descubro en miradas desconocidas. El brillo de tus ojos se me aparece en sueños.
Te extraño cuando compro el almuerzo y ando con los zapatos rojos de la primera vez que me llevaste de compras, cuando me resbalo es cuando más te recuerdo.
Te extraño porque tengo algo que contarle a mis nietos y empezaría mi relato diciendo: "Una vez conocí a alguien que no me conocía y me invitó a viajar. La magia existe."
Te extraño porque podía pasar todo en la cama, podía ser la dueña de todos mis placeres. Podíamos ver películas y comer pochoclos ahí arriba y todo era mas valeroso porque lo hacías aunque no te gustara.
Te extraño porque en mi cuaderno de canciones hay una hoja suelta con una lista de películas que debíamos ver juntos. Y también porque cuando prendo la compu todavía está abierta la investigación "cómo hacer una cápsula del tiempo". Me acuerdo, cuando veo eso, en qué parte del patio había pensado enterrarla.
Es importante que sepas, que te extraño cada vez que toco el ukulele. Era mío y te lo adueñaste en Tucumán, y no volvió nunca mas a mi. Hoy hago acordes viejos, pero son nuevos en tus manos, canto canciones pasadas pero suenan distinto con tu esencia.
Extrañarte no está haciendo que escriba canciones, aunque hace rato que no lloraba en silencio y es poéticamente triste, pero sirve.
Nos extraño. Íbamos bien, hacíamos y ansiábamos hacer mas todavía. Pero no. Hay algo tan idiota como inservible que se llama Señor Miedo. Y fue dueño tuyo, se apoderó de tu sonrisa siendo la mas hermosa del mundo y la adoctrinó, la forzó a forzarse. Y fue dueño mío, siendo los dos cada uno espejo del otro, y ¿hasta dónde me querías? Hasta ahí, hasta la estupidez de tener un mal día. Hasta ahí me querías, y yo buscaba respuesta. Y el que busca encuentra. Y la encontré. Hasta ahí me querías.
Y fué tan capitalista todo, tan mío, tan tuyo, tan privado y propiedad, que te extraño hasta el llanto, pero por primera vez no encuentro solución. Ni la distancia nos une.
Kintsugi
Me junté.
Tomé cada pedacito de mi destrozado en el suelo y fui eligiendo. ¿Qué sirve? ¿Qué problemas quiero tener? ¿Quién quiero dejar de ser? ¿Sé quién fui? ¿Existe la culpa? Me reconocí en cada relación social que no concreté o quedó a medio camino de ser y lo vi. Las muertes. Cada mujer machista en mi fué muriendo de a poco, y el resto, agoniza: La de la violencia verbal, la de la psicológica, la de la violencia física, la de los celos, la mujer que no se sentía segura, la que no confiaba, la mujer que sufría impotencia constante e incurable, la mujer desesperada. Muertas, todas. No del todo, porque nada muere realmente, sólo se transformaron.
Pasaron de copar la morada de mi mente-alma a habitar una parte de la sólo-mente que me ayuda a controlar los impulsos innecesarios, ahora están ahí, acá, pero saben qué están haciendo. Están dejando que mi reflejo viaje a cada rostro que veo, a cada sonrisa o enojo que recibo de otro, para verme en eso y poder comprender. Tal vez, con todo ésto de haberme dejado arrastrar, pisotear, golpear brutalmente el corazón, pueda encontrar la verdadera libertad; esa que no pide ni da explicaciones, esa que te permite amar tus elecciones y reconocer la vida como lo que es: tesoro.
Divino tesoro.
Y yo amé tanto a todos, y odié tanto a tantos, y tuve tantas ganas de ahogarme profundamente en el mar de lágrimas y gritos de silencios que pegaba cada vez que mi vagancia no me dejaba ver solución, que hoy puedo recibir este lago calmo en el que me sumerjo para dar vida al real camino a recorrer.
Busqué detenerme, cuando en realidad parar es sólo un movimiento mas de toda la danza que es ésta aventura.
Ahora, con todas las piezas en la mano, habiendo tenido la posibilidad de descartar algo, me quedo con todo eso. Lo transformo en cicatrices de oro, valiosas como el aire mismo, como la pluma del ave, mis adentros se ven preciosos con todos esos dibujos que cuentan la historia. La historia de cómo llegué acá, y cuan fuerte puedo ser a pesar de cualquier adversidad. Porque jamás dejaré de decirlo: el sol es la riqueza que nos provee la resiliencia, estamos amaneciendo, estamos vivos, no pierdas ni un minuto mas de tu vida. Hacer. Sólo hay que hacer, al tiempo orgánico de tu ser.
Tomé cada pedacito de mi destrozado en el suelo y fui eligiendo. ¿Qué sirve? ¿Qué problemas quiero tener? ¿Quién quiero dejar de ser? ¿Sé quién fui? ¿Existe la culpa? Me reconocí en cada relación social que no concreté o quedó a medio camino de ser y lo vi. Las muertes. Cada mujer machista en mi fué muriendo de a poco, y el resto, agoniza: La de la violencia verbal, la de la psicológica, la de la violencia física, la de los celos, la mujer que no se sentía segura, la que no confiaba, la mujer que sufría impotencia constante e incurable, la mujer desesperada. Muertas, todas. No del todo, porque nada muere realmente, sólo se transformaron.
Pasaron de copar la morada de mi mente-alma a habitar una parte de la sólo-mente que me ayuda a controlar los impulsos innecesarios, ahora están ahí, acá, pero saben qué están haciendo. Están dejando que mi reflejo viaje a cada rostro que veo, a cada sonrisa o enojo que recibo de otro, para verme en eso y poder comprender. Tal vez, con todo ésto de haberme dejado arrastrar, pisotear, golpear brutalmente el corazón, pueda encontrar la verdadera libertad; esa que no pide ni da explicaciones, esa que te permite amar tus elecciones y reconocer la vida como lo que es: tesoro.
Divino tesoro.
Y yo amé tanto a todos, y odié tanto a tantos, y tuve tantas ganas de ahogarme profundamente en el mar de lágrimas y gritos de silencios que pegaba cada vez que mi vagancia no me dejaba ver solución, que hoy puedo recibir este lago calmo en el que me sumerjo para dar vida al real camino a recorrer.
Busqué detenerme, cuando en realidad parar es sólo un movimiento mas de toda la danza que es ésta aventura.
Ahora, con todas las piezas en la mano, habiendo tenido la posibilidad de descartar algo, me quedo con todo eso. Lo transformo en cicatrices de oro, valiosas como el aire mismo, como la pluma del ave, mis adentros se ven preciosos con todos esos dibujos que cuentan la historia. La historia de cómo llegué acá, y cuan fuerte puedo ser a pesar de cualquier adversidad. Porque jamás dejaré de decirlo: el sol es la riqueza que nos provee la resiliencia, estamos amaneciendo, estamos vivos, no pierdas ni un minuto mas de tu vida. Hacer. Sólo hay que hacer, al tiempo orgánico de tu ser.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)