Cuando era triste tenía mas cosas para hacer, así como el que se enoja tiene dos problemas; tenía, sin embargo, algo que me cambiaba la cara. Si, ya sabés qué es. La música. Me agarraba de cada costado, de cada extremidad con furia por hacerlo con quien no correspondía. Aunque, estando sola en una casa prestada con un cielo alquilado y una guitarra cargada con la energía de las nubes grises, te escribía canciones.
Vos escuchaste esas canciones y me quisiste tanto. Y cuando te fuiste te llevaste tu amor, tu magia, tu mirada profunda y con ella todos mis sueños de tus pecas.
Hoy volvés a escuchar, cuando soy feliz, y sigo diciendo lo mismo. Sigo insistiendo en darle a esas canciones la oportunidad de transmitir amor. De transmitir-te amor.
Acá llueve constantemente, y siento que en cada gota respiro tus labios.
Una.
Otra.
De nuevo.
Me moja.
Me escurro.
Te siento.
No te llevaste nada, ¿sabés? No me quitaste nada, nunca. Siempre diste, sin saber, sin querer, quién sabe; pero lo hiciste, me diste tanto, me entregaste la potencia para girar sola, para moverme sin tener que hacerlo. Bailaste conmigo por toda la casa y yo no moví ni un pie.
¿Será que en realidad es mi imaginación? ¿Vos siempre mi musa pero yo nunca?
Sosteneme. No me estoy cayendo, pero sosteneme.
Sosteneme la mirada toda la vida, amigo del alma.
Nunca me voy a ir, porque no tengo dónde ir si no tengo tu amor.